martes, 31 de julio de 2007

Nómada


Cuando se piensa en la figura del nómada una imagen aparece: Paul Bowles en Tánger, aislado de la civilización o una maravillosa película de Bernardo Bertolucci: El cielo protector, protagonizada por John Malkovich. Aunque lenta en su ritmo, este filme consigue adentrar al espectador al aislado y hostil paisaje de Marruecos, a donde una pareja de norteamericanos han ido para reencontrar algo que los una nuevamente y renueve su amor desgastado. El desierto parece el sitio perfecto, y una imagen del inmenso cielo, como una bóveda protegiendo a los amantes antes de la tempestad que se cierne sobre ellos, marca el clímax de la película. ¿Cuántos crepúsculos más nos será otorgado observar? ¿Cuántas veces más haremos el amor? Pregunta el propio Bowles, en un primer plano al final de la película. Creemos que nuestras experiencias son ilimitadas, pero lo cierto es que cada vez que vemos ponerse el sol es un día menos de vida.
Un cuento –“Un episodio distante”– nos da otra imagen del buen salvaje muy distinta a la de Rousseau y deja al lector asombrado y con muchas preguntas. Los cuentos de Bowles son crueles. Déjala que caiga es un sangriento relato de un muchacho mutilado y asesinado cuyo cuerpo es abandonado en el desierto, y Parada en el corazón es una historia de amor en un barco que termina de la peor manera posible. Pero “Un episodio distante” se lleva la palma:

“Los crepúsculos de septiembre habían alcanzado su máxima intensidad de rojo la semana en que el profesor decidió visitar Aïn Taduirt, situado en la parte cálida del país. Descendió en autocar por la noche desde la meseta, con dos pequeños neceseres llenos de mapas, bronceadores y medicinas”.

El cuento comienza y la naturaleza está presente todo el tiempo, como una amenaza constante y como una belleza inaccesible. También hay sinestesias que ayudan a dar sensación de “vida”. La atmósfera huele a “azahar, pimienta, excrementos recocidos por el sol, aceite de oliva ardiente, fruta podrida”. El profesor es lingüista y el conductor le sugiere que baje hacia el sur, donde encontrará lenguas de las que nadie ha oído hablar.
Conforme el cuento avanza lo hace la sensación de extrañamiento. El profesor descubre que el dueño del café que frecuentaba ya no es el mismo, y que nadie lo conoce. Los diálogos son breves pero proporcionan abundante información. El profesor quiere una caja de ubre de camella y el encargado del café o quauayi se ofrece a llevarlo.
Emprende entonces el profesor un viaje que lo alejará de su mundo conocido para siempre. El quauayi lo guía por un extraño camino que a cada instante se vuelve más tenebroso y oscuro, mientras que la luna es como un sol de tan brillante como está, y hay un olor a carne podrida. Por fin llegan a un sendero que desciende a lo desconocido. Ahí el guía abandona al profesor y este baja, sólo para ser golpeado y capturado por unos extraños. Le cortan la lengua, con lo cual el hombre pierde por completo el sentido de la realidad. Luego le colocan una especie de armadura hecha de trozos de lata. En adelante el profesor no habla y sólo divierte a los otros con bailes y saltos, hasta que un día es vendido a un árabe y recupera la conciencia. Pero lo único que puede hacer es manifestar su furia y perderse en el desierto. Así, este episodio distante se convierte en una metáfora del lenguaje. ¿Hasta qué punto es posible vivir sin él? ¿Es posible mutilar a alguien en un aspecto tan esencial y esperar que sobreviva?
Creo que en la crueldad de estos cuentos hay también algo de la crueldad de la vida. Sin embargo, Bowles parece expresar su insatisfacción de una manera distinta a otros escritores más “existencialistas” o “pesimistas”. La existencia de este escritor norteamericano (que fue músico y discípulo de Aron Copland antes de escapar a Marruecos) está marcada por la relación con su pareja. La escritora Jane Bowles, autora de unos cuantos cuentos y una novela de culto: Dos damas muy serias. Aunque Jane acompañó a Paul a Marruecos, la narración ocurre en Panamá. Esta novela con tintes lesbiánicos se convirtió en una obra de culto a la que escribió un prólogo Truman Capote. La frágil y alcohólica Jane murió de un hospital psiquiátrico de Málaga, en 1973.
En una entrevista, Paul afirmó que no tenía ego. Esta aseveración, en boca de otro artista habría resultado totalmente mentirosa, sin embargo, a Paul le creemos, así como el el que hubiera comprado una isla o dejado una prometedora carrera en la música para irse a viajar a uno de los lugares más exóticos del mundo. La mítica Interzonas o Tanger, evocada por Wiliam Burroughs en El almuerzo desnudo: “Un lugar dedicado al amor libre”. Pero nos dejó una profunda enseñanza: el regreso al nomadismo no sólo como un estilo de vida, sino como una de las formas más puras y libres de estar en el mundo.

martes, 24 de julio de 2007

No hagan ruido, mejor música


No resistí la tentación de adquirir Make some noise, save Darfur, el disco doble en donde varios artistas realizaron covers de las canciones de John Lennon. En una primera escucha hay versiones muy buenas. Después se escuchan las fisuras, errores, caídas y desaciertos. Sin embargo la causa es noble, igual que las que originaron el Concierto de Bangladesh o el Live aid. Si alguien busca Darfur en Google, se encontrará con las palabras conflicto, tragedia, genocidio, sufrimiento, etc. Y algunas fotografías desgarradoras, de esas que difícilmente pueden asimilarse como algo congruente con la vida humana. Después, el artículo de la Wikipedia informa que se trata de un conflicto étnico. Algo sumamente común en África, si se recuerda el genocidio de Ruanda, por ejemplo, que cobró la vida de medio millón de personas. Uno comienza a preguntarse, ¿Qué se busca lograr? Ni siquiera es un problema entre musulmanes y no musulmanes, sino entre negros y árabes. Sumamente difícil de entender, por otra parte, pero que ha cobrado la vida de 400 mil personas.
Dijo V.S Naipaul que Africa no tenía futuro, y ante conflictos tan insistentes y en apariencia irresolubles como éste, uno empieza a considerar esta frase como cierta. Se envían provisiones, llegan cientos de voluntarios, se intenta dialogar con los gobiernos, se busca solucionar los conflictos desde el fondo. Y cuando un agujero parece estar cerrando, uno más se abre en algún sitio cercano, desde Sudán hasta Tanzania y de Eritrea a Liberia. Imaginar un mundo sin religión, sin guerra y sin hambre es algo posible. Ponerlo en práctica es inmensamente difícil. Es loable, por lo menos, intentarlo. Amnistía Internacional se ha propuesto hacer conciencia, y no es posible cruzar simplemente los brazos. Al menos eso intenta transmitir este disco, cuyas ganancias serán destinadas a ayuda para los refugiados.
La pregunta es, ¿realmente la música puede lograr algo tangible? Sí, es parte intrínseca de la vida, y en cuanto a artistas como John Lennon, parte íntima de la vida y la memoria de muchísima gente (basta recordar la conmoción de ese fatídico siete de diciembre en que un grotesco y descerebrado Guardían entre el centeno acabó con el sueño). Sin embargo, cuando se trata de hambrunas y sufrimiento en las regiones más pobres del planeta, la música puede aportar poco. Para escucharla es necesario tener el estómago lleno y la certeza de que un grupo paramilitar no destruirá a toda tu familia cuando llegue la noche (los Janjawid, hombres armados que destruyen todo lo que encuentran a su paso en Darfur). Por lo menos. La crítica hacia este disco necesariamente seguirá siendo elitista, de alguna forma. Aunque algo habrá conseguido si uno de cada mil compradores decide ir a Darfur a ayudar a los refugiados.
(Quizá Bono y Bob Geldof, el promotor de Live aid, podrían considerar una campaña para enviar ipods en pequeños paracaídas sobre las aldeas de África. Habría qué proponerlo ante quienes deben “perdonar” la deuda a África después de escuchar a U2, Cold play, Madonna y otros millonarios de la industria discográfica. Exactamente, los países que ayudaron a convertir a África en el desastre humanitario que es hoy).
El disco uno tiene versiones de clásicos como Instant Karma, interpretado por U2 con gran energía y un ritmo más veloz que el original. No se puede negar a esta banda el hecho de lograr buenos coovers, como la de Helter skelter, de los Beattles. R.E.M se lleva un diez con #9 Dream, una canción que en la voz de Michael Stipe adquiere un hondo sentimiento que le hace honor a la intención de Lennon (complacer a Yoko, por supuesto). The cure consiguen que Love adquiera mucho de su propio estilo. Es un acierto, claro está, porque esta banda tiene una forma de hacer las cosas que es único.
El segundo disco abre con Green day. Su versión de Working class hero destila rabia y despliega la energía contenida en la original. “Desde que eres niño te hacen sentir poca cosa, no dándote tiempo a pesar de todo. Te hieren en tu casa y te golpean en la escuela”. Black eyed peas logran, con su estilo, una pegajosa y rítmica Power to the people. The flaming lips presentan una buena propuesta psicodélica de (Just like) Starting over, con la voz jugando con los agudos mientras la guitarra rasga los acordes. Jack´s Mannequin tocan una adecuada base para que Mick Fleetwood despliegue su magnífica voz, anunciando todo lo que no cree y que el sueño ha muerto.
Versiones cumplidoras, Christina Aguilera con Mother, gracias a su voz. Eskimo Joe con Mind games, Jakob Dylan con Gimme some truth, Duran Duran y su versión francamente floja de Instant karma, apenas superada, gracias a la voz, por Tokio hotel. Ben Harper toca Beautiful boy, sin mayores méritos. Snow patrol, con Isolation, hace un trabajo aceptable, sobre todo por los coros. La versión de Matisyahu de Watching the wheels no logra algo más que un ritmo regaee bastante pegajoso.
Errores. Avril Lavigne y su plana interpretación de Imagine. Una versión más que podría no haber existido. La grotesca traducción de Gimme some truth a cargo de Jaguares. Un sonido mediocre y una voz que parece provenir de una tubería. Lenny Kravitz demuestra que, aunque es bueno en su estilo, cuando se trata de hacer una versión -Cold turkey en este caso- no logra imprimirle el menor feeling.
Ese es, básicamente, el contenido de este disco doble que agradece, en su portadilla, la contribución de los compradores y agrega una página de internet: www. amnesty.org/noise para los interesados en involucrarse más en este movimiento de más de dos millones de personas alrededor del mundo. Irene Khan, secretaria general de esta organización humanitaria, hace un llamado para que, más allá de la música, haya una conciencia que lleve, finalmente, a la acción. También Yoko Ono expone su punto de vista, por supuesto. Sugiere que John Lennon habría estado orgulloso de este disco.
Bueno, él ya no está para asegurarlo. Pero estas canciones, aún en sus peores versiones, siguen transmitiendo al espíritu sentimientos y sensaciones y su Instan karma. Descanse en paz quien imaginó tanto.

Como si fuera la primera vez


¿Por qué amamos a las mujeres? Hay muchas respuestas para una pregunta tan universalmente planteada. Lo hacemos porque nos dan protección, cariño, seguridad, una sensatez de la cual carecemos y, cuando nos esforzamos lo suficiente, amor. Sin embargo, quiero creer que una gran cantidad de hombres experimenta, de vez en cuando, algo parecido a enojo contra el género femenino, y que la gran mayoría ha sentido, en algún momento de su vida, una profunda decepción. Sé que suena incómodo; todos somos hijos de una madre, y sin las mujeres estaríamos incompletos, temerosos y amargados. El enojo contra el género femenino es una metonimia. Esta figura retórica consistía en hablar del todo señalando sólo una parte. Pues bien, supongo que cuando estamos enojados con el género femenino es por una de sus representantes. Lo mismo que cuando una mujer exclama el conocido cliché: Todos los hombres son iguales. No hay motivo para semejante afirmación. Basta echar un vistazo para darse cuenta que hay de todos los tamaños, olores, colores y caracteres. Pero una mala experiencia es suficiente para echar la culpa a todos.
Es difícil hablar de la experiencia de otros. Cuando uno lo hace se está viendo en el espejo. Podemos escuchar a nuestros amigos reclamar lo mal que los han tratado en alargadas borracheras; oír que un súbito sentimental está deseoso de llevar serenata al balcón más cercano o soportar al charlatán en curso fingiendo ser Casanova. Pero a fin de cuentas sólo conocemos nuestra propia experiencia; y ésta sesgadamente. ¿Quién es capaz de afirmar que puede saber con certeza por qué sus relaciones con las mujeres han sido de una forma específica y no de otra?
Debo confesar que me encantan las mujeres. Me fascinan sus desplantes matemáticamente planteados; Adoro sus negativas de último momento; Me parece encantador que se alejen de ti cuando estás desangrándote y necesites que alguien te cure. Interrogo profundamente a la vida cuando aparece una que podría llenarte completamente en todos los sentidos, pero pertenece a alguien más afortunado. En pocas palabras, me agrada de ellas lo que generalmente se detesta. Suena irónico, lo sé. ¿En cuantas ocasiones no he sentido deseos de convertirme en un amargado misógino? No me alcanzarían los dedos de la mano. Constantemente me pregunto a mí mismo. ¿Y ahora en qué fallé? No parecen haber muchas respuestas. Ellas lo tienen. Sí, eso llamado sexto sentido, y parecen olerte a una gran distancia. Tu inseguridad no se les escapa. Tampoco el olor a sexo de otra mujer impregnado en tu piel. Además, parecen estar más conscientes de sus deseos. Cuando es no, simplemente es no. Tajante y directo. Hace un tiempo intenté conquistar a una damisela poblana. Por más tiempo de lo habitual en mí. Y no es que fuera excesivamente bella. Simplemente me parecía inteligente y algo atractiva. La chica en cuestión me mantuvo dos meses en suspenso y al final se negó por completo. Mujeres. Seguimos su juego hasta las últimas consecuencias, aunque a veces nos manden mensajes insultantes, nos nieguen un beso o hagan el amor solamente una vez con nosotros y luego se vayan, afirmando que necesitan ser realmente “amadas” o tienen un “anhelo”.
Dice Martin Amis que los prejuicios son odios de segunda mano. Jamás debemos usarlos contra el género femenino. Terminarán volviéndose contra nosotros. Los prejuicios flotan en el aire. Son una creación cultural. ¿Por qué han sido los roles entre géneros establecidos de una manera y no de otra? ¿Por qué una mujer debe aceptar a un príncipe azul y no a uno verde o morado? ¿Cuál es el motivo de fondo por el cual se piensa que determinadas jovencitas están en la universidad mientras se casan? ¿Si una mujer no llega virgen al matrimonio vale menos? Estamos tan sumergidos en ideas preconcebidas, enseñanzas culturales del año del caldo y absurdas conclusiones que difícilmente hay posibilidades de experimentar lo que deseamos. A lo más que se puede aspirar es a conocer un poco más a las mujeres no como quisiéramos que fueran, sino simplemente como son.
¿Pero cómo son, simplemente? Largas horas meditando para no llegar a ninguna respuesta plausible. Quiero decir, no encuentro el hilo de la madeja. O mi pobre mente, trastornada después de tantos años de existencia en este planeta, ya no funciona como antes. O he conocido a tantas mujeres sin nada en común, que no encuentro un factor que pueda unirlas en un ente único. Probablemente, el error consista en querer englobar a un ser único y particular, en una categoría general. Al hacer esto se incurre en pereza mental. En vez de tratar de conocer al ente particular y, a partir de él comenzar a plantearse una teoría, uno pretende usar la categoría general “mujeres” y encorsetarla en un individuo.
Cuando se conoce a uno de esos seres a los que se llama “mujeres” probablemente se experimenten muchas emociones. ¿Pero tienen que ver con lo que ya sabemos de “ellas”, tal como se nos ha hablado desde la televisión, las revistas, la familia, la sociedad y un largo etcétera, o tienen que ver con algo que realmente se siente? Creo que el segundo sentimiento es el más honesto. No hay prejuicios de por medio. No hay falsas ilusiones. Ver la realidad, implica ir más allá de los conceptos. No a través de la palabra “mujer” y su compleja carga semántica. No a través de nuestra historia personal, con sus fracasos y éxitos. Sólo ver a ese ser como si se contemplara por primera vez.
Difícil, no hay duda. Los ojos transmiten al cerebro información. Complejos mecanismos neuronales y hormonales traicionan nuestras sensaciones cuando algo realmente bello aparece ante las pupilas. Y de inmediato, una serie de filtros y recuerdos hacen estragos. ¿Cómo evitarlos? ¿Cómo lograr ver algo como si fuera la primera vez? Sería interesante cerrar los ojos, imaginar algo puro. Algo que no estuviera contaminado por las quimeras de la mente. Y al abrirlos, darse cuenta de que hay algo que tiene el pelo largo, que donde un hombre tiene plano, ella tiene hermosas prolongaciones redondeadas y suaves. Y que tiene una voz suave y huele bien. Esos son todos los datos.
¿Y luego qué? Tal vez esta reflexión deba prolongarse en una segunda parte.

sábado, 21 de julio de 2007

Más profundo que el púrpura


Hablar de Deep purple es hablar de un emblema, una institución y un conjunto de músicos maravillosos. Para aquellos que no crecimos escuchando su música (eso correspondería a nuestros padres, madres y en ocasiones a nuestros abuelos), esta banda tenía un sonido un poquito extraño al que no era fácil acostumbrarse al principio. Un órgano en escalas menores creando un muro de sonido que hacía pensar en una iglesia psicodélica después de una orgía. Una guitarra que después de un rato de estar en segundo plano pasaba al protagonismo absoluto con solos maravillosos. Una batería flotando ligeramente en medio de los otros instrumentos, como si estuviera a un punto de salirse del ritmo, sin hacerlo nunca y regresando siempre al punto de partida. Y una voz que llevaba la melodía de un lado para otro en los tonos más agudos posibles, como el grito ritual, tribal y sumamente catártico de “Child in time”. ¿Qué más se puede pedir a una banda de rock, sino la dosis perfecta de anarquía, cinismo y energía sexual que Deep purple logran imprimir a cada una de sus canciones? Y lo mejor es que, con el paso de los años, no desaparece ni un ápice de su potencia sonora. Al contrario, basta escucharlos para regresar a un idóneo paraíso sónico en donde las botellas de whiski están siempre al alcance de la mano, los peores desastres son simples días de campo o donde la chica más extravagante y extraña puede ser nuestra toda la noche con solo susurrarle algo al oído.
La formación más emblemática tiene su origen en 1969, cuando el bajista Roger Glover y el cantante Ian Gillan entraron a la banda. John Lord, quien tocaba el pesado órgano hammond, decidió presentar su Concierto para grupo y orquesta en el Royal Albert Hall de Londres. Después vino In rock, en donde los rostros de los integrantes estaban grabados en el monte Rushmore, como si fueran los más destacados presidentes. En este disco vienen incluidos clásicos como Child in time o Speed King, una canción rápida y furiosa en la que se vaticina el futuro del heavy metal tal como lo tocarían Metallica, Judas priest o Iron maiden. El éxito no se hace esperar. Hay una larga gira y luego la grabación del disco Machine head. Aquí se hallan los indiscutibles clásicos: Highway star y Smoke on the wáter, basada en un accidente en Motreux, Suiza, cuando en medio de un concierto de Frank Zappa y sus Madres de la invención y alguien inició un incendio. No contentos con eso, en Japón grabaron Made in Japan, el disco en vivo más vendido de la historia.
Pero entonces comenzaron los problemas de la banda, e Ian Gillan los dejó para hacer un proyecto en solitario. Entra Glen Hugues como reemplazo de Robert Glover, a quien expulsaron los otros miembros, y David Coverdale, futuro cantante de esa banda emblemática del glamm rock llamada Whitesnake, como vocalista. Se graba Burn, un disco funky en la que destaca la canción homónima.
Poco tiempo después se fue el guitarrista Ritchie Blackmore para crear su grupo Rainbow, y la banda grabó un disco más antes de la separación. Serían ocho años después cuando al fin se reunieran de nuevo para grabar Perfect strangers. Pero Ian Gillan dejó de nuevo la banda y entró Joe Lynn Turner para grabar Slaves and masters. Sin embargo, este vocalista no daba la talla e Ian Gillan fue de nuevo reclutado para grabar The battle rages on.
Durante la gira de promoción surgió de nuevo una lucha de egos entre el cantante Ian Gillan y el guitarrista Ritchie Blackmore. Ambos parecían disputarse el liderazgo sobre la banda y ninguno parecía muy cómodo con el otro. Hay una escena de la canción Highway star en la que Blackmore entra tarde (Gillan le hace una reverencia bastante irónica) y comienza a tocar su solo, pero lo acorta y se lanza hacia los riffs finales de la canción. Luego, se dirige con rostro adusto a un amplificador, toma una botella de agua y la lanza al cantante. Sigue tocando, sin comprometerse mucho con los demás miembros, y después sale del escenario.
En entrevistas separadas, ambos miembros de la mítica banda han manifestado sus profundas diferencias. Ian Gillan ha dicho, tajantemente, que nunca desea volver a hablar con el pendejo de Ritchie. Las diferencias son insalvables y además son personales. Sugiere que cuando el guitarrista se retiró de la banda, y debieron reclutar a Joe Satriani para concluir la gira por Japón, las cosas mejoraron. Gillan piensa que la carrera de Blackmore es sumamente errática e imprecisa. ¿Qué es todo eso de la música medieval? Ian debió hacer una crítica anónima de Blackmore´s night (el grupo de Ritchie y su esposa, Candice Night), sospechando que se trataba de su ex compañero de banda, y al compararla con una canción del guitarrista Jeff Buckley (Hallellujah), concluye que el sonido es malo para un artista de esa categoría. Blackmore, en una entrevista de los setenta, había mencionado cómo las cosas se habían salido de control debido a los excesos, y su deseo por golpear a Ian, lo cual debía hacerse con ayuda de amigos suizos, porque probablemente el cantante era mejor peleador.
¿Qué provoca que dos amigos cercanos se distancien al grado de decir las peores cosas uno sobre el otro? La respuesta está flotando en el viento. Se llama ego. Esa partecita del alma en cada uno de nosotros a la que Freud llamó id. Este gusanito que come a pedazos el corazón, dejándolo en los huesos y haciendo de la persona más sensata e inteligente un niño berrinchudo o un troglodita. En realidad, el ego, cuando hay algo por qué manifestarlo (Blackmore es considerado uno de los guitarristas más influyentes no sólo del rock, sino de la historia de este instrumento. Ian Gillan tenía una voz a la que ningún otro cantante podía aspirar. Podía entonar las notas más altas sobre la guitarra de Blackmore). El ego es algo con lo cual es difícil lidiar. Es un pasado de lanza que parece no satisfacerse con el banquete más exquisito. Siempre quiere más. Y si no puede conseguir más, porque casi siempre la realidad coloca un freno ante él (el señor Freud bautizó esta barrera como principio de realidad) tratará de pasar por encima, aunque provoque cualquier desastre.
Blackmore fue reemplazado por Steve Morse. A partir de entonces la banda grabó algunos discos más: Purpendicular (1996), Abandon (1998)Bananas (2003) y Rapture of the deep (2005). No hay duda de que esta banda ha sobrevivido todo, y siguen haciéndolo, trayendo la tormenta (Stormbringer) en cada una de sus presentaciones y con cada uno de sus discos. Ojalá que haya oportunidad de sumergirnos aún más hondo en el púrpura.