Cuando se piensa en la figura del nómada una imagen aparece: Paul Bowles en Tánger, aislado de la civilización o una maravillosa película de Bernardo Bertolucci: El cielo protector, protagonizada por John Malkovich. Aunque lenta en su ritmo, este filme consigue adentrar al espectador al aislado y hostil paisaje de Marruecos, a donde una pareja de norteamericanos han ido para reencontrar algo que los una nuevamente y renueve su amor desgastado. El desierto parece el sitio perfecto, y una imagen del inmenso cielo, como una bóveda protegiendo a los amantes antes de la tempestad que se cierne sobre ellos, marca el clímax de la película. ¿Cuántos crepúsculos más nos será otorgado observar? ¿Cuántas veces más haremos el amor? Pregunta el propio Bowles, en un primer plano al final de la película. Creemos que nuestras experiencias son ilimitadas, pero lo cierto es que cada vez que vemos ponerse el sol es un día menos de vida.
Un cuento –“Un episodio distante”– nos da otra imagen del buen salvaje muy distinta a la de Rousseau y deja al lector asombrado y con muchas preguntas. Los cuentos de Bowles son crueles. Déjala que caiga es un sangriento relato de un muchacho mutilado y asesinado cuyo cuerpo es abandonado en el desierto, y Parada en el corazón es una historia de amor en un barco que termina de la peor manera posible. Pero “Un episodio distante” se lleva la palma:
“Los crepúsculos de septiembre habían alcanzado su máxima intensidad de rojo la semana en que el profesor decidió visitar Aïn Taduirt, situado en la parte cálida del país. Descendió en autocar por la noche desde la meseta, con dos pequeños neceseres llenos de mapas, bronceadores y medicinas”.
El cuento comienza y la naturaleza está presente todo el tiempo, como una amenaza constante y como una belleza inaccesible. También hay sinestesias que ayudan a dar sensación de “vida”. La atmósfera huele a “azahar, pimienta, excrementos recocidos por el sol, aceite de oliva ardiente, fruta podrida”. El profesor es lingüista y el conductor le sugiere que baje hacia el sur, donde encontrará lenguas de las que nadie ha oído hablar.
Conforme el cuento avanza lo hace la sensación de extrañamiento. El profesor descubre que el dueño del café que frecuentaba ya no es el mismo, y que nadie lo conoce. Los diálogos son breves pero proporcionan abundante información. El profesor quiere una caja de ubre de camella y el encargado del café o quauayi se ofrece a llevarlo.
Emprende entonces el profesor un viaje que lo alejará de su mundo conocido para siempre. El quauayi lo guía por un extraño camino que a cada instante se vuelve más tenebroso y oscuro, mientras que la luna es como un sol de tan brillante como está, y hay un olor a carne podrida. Por fin llegan a un sendero que desciende a lo desconocido. Ahí el guía abandona al profesor y este baja, sólo para ser golpeado y capturado por unos extraños. Le cortan la lengua, con lo cual el hombre pierde por completo el sentido de la realidad. Luego le colocan una especie de armadura hecha de trozos de lata. En adelante el profesor no habla y sólo divierte a los otros con bailes y saltos, hasta que un día es vendido a un árabe y recupera la conciencia. Pero lo único que puede hacer es manifestar su furia y perderse en el desierto. Así, este episodio distante se convierte en una metáfora del lenguaje. ¿Hasta qué punto es posible vivir sin él? ¿Es posible mutilar a alguien en un aspecto tan esencial y esperar que sobreviva?
Creo que en la crueldad de estos cuentos hay también algo de la crueldad de la vida. Sin embargo, Bowles parece expresar su insatisfacción de una manera distinta a otros escritores más “existencialistas” o “pesimistas”. La existencia de este escritor norteamericano (que fue músico y discípulo de Aron Copland antes de escapar a Marruecos) está marcada por la relación con su pareja. La escritora Jane Bowles, autora de unos cuantos cuentos y una novela de culto: Dos damas muy serias. Aunque Jane acompañó a Paul a Marruecos, la narración ocurre en Panamá. Esta novela con tintes lesbiánicos se convirtió en una obra de culto a la que escribió un prólogo Truman Capote. La frágil y alcohólica Jane murió de un hospital psiquiátrico de Málaga, en 1973.
En una entrevista, Paul afirmó que no tenía ego. Esta aseveración, en boca de otro artista habría resultado totalmente mentirosa, sin embargo, a Paul le creemos, así como el el que hubiera comprado una isla o dejado una prometedora carrera en la música para irse a viajar a uno de los lugares más exóticos del mundo. La mítica Interzonas o Tanger, evocada por Wiliam Burroughs en El almuerzo desnudo: “Un lugar dedicado al amor libre”. Pero nos dejó una profunda enseñanza: el regreso al nomadismo no sólo como un estilo de vida, sino como una de las formas más puras y libres de estar en el mundo.
Un cuento –“Un episodio distante”– nos da otra imagen del buen salvaje muy distinta a la de Rousseau y deja al lector asombrado y con muchas preguntas. Los cuentos de Bowles son crueles. Déjala que caiga es un sangriento relato de un muchacho mutilado y asesinado cuyo cuerpo es abandonado en el desierto, y Parada en el corazón es una historia de amor en un barco que termina de la peor manera posible. Pero “Un episodio distante” se lleva la palma:
“Los crepúsculos de septiembre habían alcanzado su máxima intensidad de rojo la semana en que el profesor decidió visitar Aïn Taduirt, situado en la parte cálida del país. Descendió en autocar por la noche desde la meseta, con dos pequeños neceseres llenos de mapas, bronceadores y medicinas”.
El cuento comienza y la naturaleza está presente todo el tiempo, como una amenaza constante y como una belleza inaccesible. También hay sinestesias que ayudan a dar sensación de “vida”. La atmósfera huele a “azahar, pimienta, excrementos recocidos por el sol, aceite de oliva ardiente, fruta podrida”. El profesor es lingüista y el conductor le sugiere que baje hacia el sur, donde encontrará lenguas de las que nadie ha oído hablar.
Conforme el cuento avanza lo hace la sensación de extrañamiento. El profesor descubre que el dueño del café que frecuentaba ya no es el mismo, y que nadie lo conoce. Los diálogos son breves pero proporcionan abundante información. El profesor quiere una caja de ubre de camella y el encargado del café o quauayi se ofrece a llevarlo.
Emprende entonces el profesor un viaje que lo alejará de su mundo conocido para siempre. El quauayi lo guía por un extraño camino que a cada instante se vuelve más tenebroso y oscuro, mientras que la luna es como un sol de tan brillante como está, y hay un olor a carne podrida. Por fin llegan a un sendero que desciende a lo desconocido. Ahí el guía abandona al profesor y este baja, sólo para ser golpeado y capturado por unos extraños. Le cortan la lengua, con lo cual el hombre pierde por completo el sentido de la realidad. Luego le colocan una especie de armadura hecha de trozos de lata. En adelante el profesor no habla y sólo divierte a los otros con bailes y saltos, hasta que un día es vendido a un árabe y recupera la conciencia. Pero lo único que puede hacer es manifestar su furia y perderse en el desierto. Así, este episodio distante se convierte en una metáfora del lenguaje. ¿Hasta qué punto es posible vivir sin él? ¿Es posible mutilar a alguien en un aspecto tan esencial y esperar que sobreviva?
Creo que en la crueldad de estos cuentos hay también algo de la crueldad de la vida. Sin embargo, Bowles parece expresar su insatisfacción de una manera distinta a otros escritores más “existencialistas” o “pesimistas”. La existencia de este escritor norteamericano (que fue músico y discípulo de Aron Copland antes de escapar a Marruecos) está marcada por la relación con su pareja. La escritora Jane Bowles, autora de unos cuantos cuentos y una novela de culto: Dos damas muy serias. Aunque Jane acompañó a Paul a Marruecos, la narración ocurre en Panamá. Esta novela con tintes lesbiánicos se convirtió en una obra de culto a la que escribió un prólogo Truman Capote. La frágil y alcohólica Jane murió de un hospital psiquiátrico de Málaga, en 1973.
En una entrevista, Paul afirmó que no tenía ego. Esta aseveración, en boca de otro artista habría resultado totalmente mentirosa, sin embargo, a Paul le creemos, así como el el que hubiera comprado una isla o dejado una prometedora carrera en la música para irse a viajar a uno de los lugares más exóticos del mundo. La mítica Interzonas o Tanger, evocada por Wiliam Burroughs en El almuerzo desnudo: “Un lugar dedicado al amor libre”. Pero nos dejó una profunda enseñanza: el regreso al nomadismo no sólo como un estilo de vida, sino como una de las formas más puras y libres de estar en el mundo.