jueves, 20 de diciembre de 2007

Zaid no existe


Se revela misterio de conocido escritor nunca visto en público

Por fin se descubrió la verdad acerca de Gabriel Zaid, el escritor de Monterrey que nunca había querido mostrarse en público y cuyos libros y artículos han sido una útil guía política e intelectual para más de una generación de mexicanos cultos. Zaid no existe, reveló ayer Andrés Allende, uno de los involucrados en el proyecto y quien, harto de ser ninguneado por sus compañeros, decidió confesar el engaño de una vez por todas: “Todo empezó con una idea de nuestro mentor Aurelio Guerra”, dijo en entrevista exclusiva para este periódico. “Cuando regresó de la embajada que ocupaba en la India nos sugirió, a mí y a mis compañeros de bando –el crítico literario Winston Pérez Smith, el historiador y director de la revista Grafías neoliberales Ernesto Kaufman, dos jóvenes poetas que se integraron después (Julio Trejo y Luis Amor), el muy humilde narrador y ensayista Roberto Ruiz Sancho y varios otros personajes que por el momento no han sido revelados– que inventásemos un escritor que fuera todo lo contrario a nosotros. Un lúcido crítico de nuestro medio literario, del sistema político y de las instituciones, y que además se metiera con el monopolio cultural creado por don Aurelio Guerra sin que las discusiones pasaran a algo más delicado o dieran una vuelta de más en terrenos que no les correspondía.
La farsa resultó en varios libros y casi un centenar de artículos sobre todos los temas posibles y todas nuestras estupideces imaginables. El escritor Gabriel Zaid –cuyo nombre, según Allende, fue inventado con ayuda de una sesión espiritista en la que Jorge Cuesta se apareció a los asistentes para dictarles el nombre– surgió en el panorama de nuestras letras para guiarlas por el camino del sentido común y darles una tunda cuando se pasaban de malcriadas. El único inconveniente era el hecho de que tendría que presentarse en público. Pero como los escritores suelen ser excéntricos, Zaid tenía, como Alfonso Reyes –de quien se tomó el supuesto lugar de origen de Zaid, Monterrey–su torre de marfil inaccesible. Al mismo tiempo, como J. D. Salinger o Thomas Pinchon, padece alergia a la fama y no se ha dejado fotografiar nunca. De esa manera, como es explicable, no existe ninguna foto y nadie lo ha visto, aunque muchos intelectuales hayan presumido haber comido con él o mantenido una ilustrísima charla. Un ejemplo es Silvia Martina Rivas, quien afirmó haber estrechado su mano y comido en su casa: “Era un hombre muy atractivo, un poco parecido a Mauricio Garcés, con canas en las sienes y una gran personalidad. Incluso pasó algo más y, honestamente, nunca imaginé que la inteligencia y la energía sexual exacerbada pudieran convivir en un mismo hombre. He visto a las mejores mentes de mi generación siendo víctimas de la impotencia”.
Ante el escándalo que se ha suscitado, Winston Pérez Smith, Ernesto Kaufman, Roberto Ruiz Sancho, Julio Trejo y Luis Amor han preferido guardar silencio y se rumora que, avergonzados, han dejado el país en bicicletas, aviones trimotores u ómnibus de poesía mexicana mientras Allende, tras el fin de esta locura, no se resigna a que Zaid deje de existir. “Es uno de mis personajes favoritos junto con Hans Castorp, Stephen Dedalus y Falstaf. Representa una evolución en mi vida intelectual. He aprendido mucho durante la redacción de sus libros. Uno de ellos, De los libros al poder, fue escrito casi en su totalidad por un servidor. Cuando terminé, durante un mes de febril redacción, fui al espejo para tratar de despojarme de su espíritu. ¿Soy Andrés Allende o soy Gabriel Zaid? Me mojé la cara con agua y por fin recuperé mi verdadera identidad, pero algunos de los rasgos de nuestro personaje han quedado tan entrelazados en mí que en más de una ocasión me ha ocurrido, cuando me preguntan mi nombre, responder soy Gabriel Zaid. ¿Con quién tengo el gusto?
Ante esta situación hemos decidido sugerir a nuestros lectores que no se dejen engañar por los intelectuales o por personajes ilustres que no puedan tocar con sus propias manos. Siempre es útil cerciorarse de que una idea valiosa ha emergido de un cerebro real. Casos se han dado en la historia de obras que no han sido escritas por quien lo firma, o de poetas que son muchos personajes (así tenemos el caso de Ricardo Reis, que usaba un heterónimo, Fernando Pessoa, para firmar algunos de sus poemas). Mientras tanto seguiremos investigando estas farsas de la cultura. Estamos investigando el caso de un poeta que sirvió para que otros poetas sabotearan a un poeta en la ciudad de Puebla. Tenemos localizados sus nombres. El poeta afectado se llama Julian. Los poetas afectadores se dieron a la fuga y sólo dejaron algunos malos versos.

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