sábado, 12 de enero de 2008

Un librito lluvioso


Merodeando en una librería de Tuxtla encontré un curioso librito. Se trata del poemario Lluvias, de Alexis Saint-Léguer Léguer, mejor conocido para la posteridad (me recuerda una frase de Groucho Marx “¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mi?“) como Saint-John Perse. Más que libro es una plaquette que no rebasa las treinta páginas, y cuya virtud principal es haber sido traducido por otro célebre Caribeño, de una isla más grande que la pequeña Guadalupe en donde Perse vivió y alimentó su infancia (Entonces te bañaban en el agua-de-hojas-verdes; y el agua era aún sol verde;). José Lezama Lima, poeta hermético y barroco, escribió un prólogo complejo como la poesía que estaba traduciendo.
Lluvias fue publicado por la Universidad Autónoma de Chiapas en su colección Paradigma. Y llegó a la institución por intermedio de Raúl Garduño. Fue Rosario Castellanos la intermediaria entre Lezama Lima y el autor de Poema de la zorra. En 2005 José Martínez Torres se encargó de publicar la plaquette que ahora tengo en mis manos. La publicación original ocurrió, sin embargo, en 1946, en el número nueve de la revista Orígenes y posteriormente, en 1961, constituyó el cuarto cuaderno de la colección “Centro”, de ediciones La tertulia. Un largo e incierto camino que involucra a por lo menos cuatro poetas (de variada calidad, claro está).
En ocasiones la poesía debe viajar enormes distancias espaciales y temporales antes de llegar a su destinatario. En este caso atravesó también las fronteras de un idioma. Pluies, tal como Perse lo concibió, no es el mismo Lluvias que, por intermedio de Lezama Lima y ante mi escaso francés, me es posible ahora leer. La complejidad, sin embargo, no termina ahí. Estamos ante un poeta poco leído y mucho menos interpretado. Un autor de culto que nunca buscó el reconocimiento y cuyo interés principal fue hacer una poesía épica que diera cabida a la diversidad y pluralidad del mundo sin menoscabo de dimensión o importancia.
Sin embargo, quien desee aprender geografía de una manera heterodoxa y vital puede usar a Perse como su “libro de cabecera”. Así, la mención del árbol bayán en el primer verso incita a una búsqueda en google. Se trata de un cruel parásito que crece en otros árboles y crea una estructura similar a una jaula alrededor del infortunado anfitrión, hasta matarlo. Más curioso resulta el hecho de que bayán apareció en varios episodios de Lost como refugio ante el ataque de bestias salvajes. También me entero que la escritora hindú Arundathi Roy (ganadora del premio Booker por El dios de las pequeñas cosas) escribió el guión para una serie de televisión llamada El árbol banyan. La poesía de Perse es tan cargada que cada verso nos llevaría a una búsqueda similar. Y en el camino, como en un árbol semántico, hallaríamos tanto datos irrelevantes como información valiosa. Perse es el poeta de “las conexiones”. Su poesía no se parece a la de nadie, pero incluye a todos. Es el poema de lo vasto y de lo infinitesimal al mismo tiempo. Lluvias es sólo un fragmento. Perse ha cantado a los Mares, los Pájaros y los Vientos. Y también ha entonado su canto para celebrar La infancia y para un largo viaje cuyo nombre recuerda a Jenofonte: Anábasis.
Probablemente la dificultad de Perse radique en dos aspectos. El muy extenso vocabulario de sus poemas y la forma que utiliza: el versículo. Versos tan largos que el poema parece prosa sin llegar a serlo. Las cláusulas de Perse se prolongan y al hacerlo agregan más cláusulas y palabras inauditas.

“Un polípero precoz muestra sus bodas de coral en toda esta leche de agua viva.
Y la idea desnuda como un peleador en sus redes peina en los jardines del pueblo su cabellera de doncella”

Rastrear las innumerables fuentes de esta poesía es tarea compleja. Al un texto de Gerardo Deniz, publicado en el número 210 de Vuelta, que llena algunas lagunas sobre la obra de Sainth-Leger Leguer. Miembro del servicio exterior francés y habiendo recorrido varios países, poseía un impresionante bagaje que, según algunos críticos, no tenía nada de libresco sino que debía más a la experiencia. Al respecto una curiosa anécdota. Cuando la familia de Alexis dejó su isla y llegó a Francia, las cajas donde se transportaban los libros de la extensa biblioteca cayeron al mar durante el desembarco. Lograron llevarlas a tierra firme. Sin embargo, cuando las abrieron en ellas sólo quedaba una espesa y chorreante masa de papel (un hecho que podría prestarse a más de una alegoría).
Al leer a Deniz, sin embargo, uno llega a la conclusión de que las fuentes son mixtas, y que sólo de una existencia tan maravillosa y una mente tan sensible podía surgir tan maravillosa poesía. Al respecto Deniz, refiriéndose a Anábasis, comenta:

“Creo tan sólo advertir, cosa muy natural, que en el poema inciden en especial hechos concretos que rodeaban al autor en el tiempo de escribirlo. Imposible olvidar, tampoco, que en Anábasis confluyen las historias seléucidas (Vlll), el coloso silbante de Memnón (Vl), el nombre árabe de la montaña (lll) y todo cuanto se quiera”.

Así es la poesía de Perse. Un cofre en donde uno puede encontrar tesoros maravillosos. Una mitología tan personal y hermética, en ocasiones, como la de un Wiliam Blake, aunque de un tono muy distinto. Es, sin embargo, junto con la de T. S. Eliot o Wiliam Buttler Yeats, una de las obras poéticas más valiosas del siglo pasado.

viernes, 4 de enero de 2008

El espacio simbólico en Pedro Páramo



Luz Aurora Pimentel en su libro El espacio de la ficción[1], afirma que la descripción consiste en poner en equivalencia un nombre y una serie predicativa y se forma con un modelo descriptivo (lógico-lingüístico, arquitectónico, pictórico) que excluye lo que no concuerde con él. Sin embargo algunos elementos, más que describir un objeto o lugar lo califican, añadiendo subjetividad. Su reiteración, a lo largo de un texto –en forma de campo semántico– genera una relación entre lo puramente descriptivo y lo ideológico. Como ejemplo, la autora expone la repetición de ciertos adjetivos –innoble, abortadas, infames, siniestro, impúdico, descarado– en un texto de Balzac[2]. Estos calificadores subjetivos (no dan cuenta de propiedades del objeto sino de una reacción del narrador. Connotan una impresión –en el ejemplo sordidez– al espacio descrito. Por ello, “la descripción es el lugar de convergencia de los valores temáticos y simbólicos de un texto narrativo”[3].
Otro importante elemento es la metáfora. Mientras que una excesiva expansión de la descripción diluye el objeto verbal que se quiere construir, la metáfora proporciona una significación sintética. Es un fenómeno de interacción que perturba y transforma la significación del enunciado o texto en que aparece.
A.J. Greimas expuso el hecho de que un texto siempre acepta ciertos elementos para generar su contexto[4] y rechaza los no adecuados. La metáfora hace interactuar dos campos semánticos diferentes y extiende una propiedad que es sólo válida para la unión de esos términos. Además crea configuraciones descriptivas sensoriales (visuales, táctiles, olfativas y todo lo relacionado con la sinestesia)[5]. A continuación veremos como se dan estos elementos en las descripciones de Pedro Páramo.
El sema que se carga simbólicamente y es espacio privilegiado en donde transcurren las acciones de la novela es Comala. Rulfo dijo que “Comala es un símbolo. Es una rueda de barro donde calientan las tortillas (...) es un símbolo del calor que hace en el lugar donde se desarrolla la historia”.
Es en el segundo fragmento en donde tenemos la primera descripción de Comala: El camino subía y bajaba: “Sube y baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja.”
¿Por qué una parte del texto está en cursiva? Lo sabremos un poco más adelante, cuando Juan Preciado afirme que trae los ojos que su madre le dio para que viera Comala. De esta forma el texto en cursiva será Comala visto por los ojos de Dolores Preciado mientras que la letra normal incluye lo que su hijo va observando mientras pasa.
“Hay allí, pasando el puerto de los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”.
En esta breve descripción se utiliza el allí del recuerdo como contraste del aquí de la enunciación. El puerto de los Colimotes es de donde parte el punto de vista para hacer una panorámica de Comala que destaca por el uso de los colores. El verde y el amarillo. El blanco y el negro son suficientes para dar una imagen casi pictórica del pueblo de Dolores Preciado.
La siguiente descripción corresponde a Juan Preciado: “En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía”.
En este caso la llanura adquiere las propiedades de una laguna: claridad, calma, etc. La descripción está dada en tres planos. Por un lado la llanura. De ella emergen vapores a través de los cuales hay un horizonte gris (de nuevo el juego de los colores). El narrador usa la expresión más allá para mostrar la línea de montañas como segundo plano. Un tercer plano es la más remota lejanía, que únicamente se menciona sin decir lo qué hay en ella.
En adelante la descripción utilizará esta especie de claroscuro: el contraste entre lo que Juan Preciado nos comunica y la Comala del pasado, vista a través de los ojos de su madre. Veamos más ejemplos.
El tercer fragmento comienza con una evocación de Sayula. La descripción utiliza sólo dos elementos. Los gritos de los niños y las palomas. Primero aparece el grito de los niños, luego las palomas. Después ambos elementos se unen y los gritos revolotean igual que las palomas. Hay además una brillante síntesis del día en clarohoscuro: “Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol”.
El fragmento seis empieza con una evocación de la infancia de Pedro Páramo. La descripción evoca un momento de tranquilidad, cuando ha terminado la tormenta. La atmósfera está dada por algo tan simple como una hoja de laurel. Las gotas, al caer sobre ella, hacen un ruido: Plas. Después la brisa sacude las ramas del granado. La imagen que sigue es de una gran belleza, pues provoca una lluvia que estampa la tierra con gotas brillantes. El último elemento de la descripción pone a jugar al sol y al aire. El primero con el segundo y éste con las hojas.
Esto son unos cuantos ejemplos de la forma en que están dadas las descripciones en Pedro Páramo. La riqueza descriptiva es enorme, en todo caso, y sería imposible citar todos los ejemplos en que destaca la belleza casi pictórica del lenguaje rulfiano.
[1] Luz Aurora Pimentel, El espacio de la ficción. México, Siglo XXl, 2001. pp.
[2] Ibid. p. 27.
[3] Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva. México, Siglo XXl, 1998. p. 41.
[4] “Conjunto de categorías semánticas redundantes que permiten la lectura uniforme de una historia” (A.J. Greimas, Del sentido ll, España, Gredos, p. 188)
[5] Luz Aurora Pimentel, El espacio en la ficción, pp. 89-109.