viernes, 4 de enero de 2008

El espacio simbólico en Pedro Páramo



Luz Aurora Pimentel en su libro El espacio de la ficción[1], afirma que la descripción consiste en poner en equivalencia un nombre y una serie predicativa y se forma con un modelo descriptivo (lógico-lingüístico, arquitectónico, pictórico) que excluye lo que no concuerde con él. Sin embargo algunos elementos, más que describir un objeto o lugar lo califican, añadiendo subjetividad. Su reiteración, a lo largo de un texto –en forma de campo semántico– genera una relación entre lo puramente descriptivo y lo ideológico. Como ejemplo, la autora expone la repetición de ciertos adjetivos –innoble, abortadas, infames, siniestro, impúdico, descarado– en un texto de Balzac[2]. Estos calificadores subjetivos (no dan cuenta de propiedades del objeto sino de una reacción del narrador. Connotan una impresión –en el ejemplo sordidez– al espacio descrito. Por ello, “la descripción es el lugar de convergencia de los valores temáticos y simbólicos de un texto narrativo”[3].
Otro importante elemento es la metáfora. Mientras que una excesiva expansión de la descripción diluye el objeto verbal que se quiere construir, la metáfora proporciona una significación sintética. Es un fenómeno de interacción que perturba y transforma la significación del enunciado o texto en que aparece.
A.J. Greimas expuso el hecho de que un texto siempre acepta ciertos elementos para generar su contexto[4] y rechaza los no adecuados. La metáfora hace interactuar dos campos semánticos diferentes y extiende una propiedad que es sólo válida para la unión de esos términos. Además crea configuraciones descriptivas sensoriales (visuales, táctiles, olfativas y todo lo relacionado con la sinestesia)[5]. A continuación veremos como se dan estos elementos en las descripciones de Pedro Páramo.
El sema que se carga simbólicamente y es espacio privilegiado en donde transcurren las acciones de la novela es Comala. Rulfo dijo que “Comala es un símbolo. Es una rueda de barro donde calientan las tortillas (...) es un símbolo del calor que hace en el lugar donde se desarrolla la historia”.
Es en el segundo fragmento en donde tenemos la primera descripción de Comala: El camino subía y bajaba: “Sube y baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja.”
¿Por qué una parte del texto está en cursiva? Lo sabremos un poco más adelante, cuando Juan Preciado afirme que trae los ojos que su madre le dio para que viera Comala. De esta forma el texto en cursiva será Comala visto por los ojos de Dolores Preciado mientras que la letra normal incluye lo que su hijo va observando mientras pasa.
“Hay allí, pasando el puerto de los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”.
En esta breve descripción se utiliza el allí del recuerdo como contraste del aquí de la enunciación. El puerto de los Colimotes es de donde parte el punto de vista para hacer una panorámica de Comala que destaca por el uso de los colores. El verde y el amarillo. El blanco y el negro son suficientes para dar una imagen casi pictórica del pueblo de Dolores Preciado.
La siguiente descripción corresponde a Juan Preciado: “En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía”.
En este caso la llanura adquiere las propiedades de una laguna: claridad, calma, etc. La descripción está dada en tres planos. Por un lado la llanura. De ella emergen vapores a través de los cuales hay un horizonte gris (de nuevo el juego de los colores). El narrador usa la expresión más allá para mostrar la línea de montañas como segundo plano. Un tercer plano es la más remota lejanía, que únicamente se menciona sin decir lo qué hay en ella.
En adelante la descripción utilizará esta especie de claroscuro: el contraste entre lo que Juan Preciado nos comunica y la Comala del pasado, vista a través de los ojos de su madre. Veamos más ejemplos.
El tercer fragmento comienza con una evocación de Sayula. La descripción utiliza sólo dos elementos. Los gritos de los niños y las palomas. Primero aparece el grito de los niños, luego las palomas. Después ambos elementos se unen y los gritos revolotean igual que las palomas. Hay además una brillante síntesis del día en clarohoscuro: “Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol”.
El fragmento seis empieza con una evocación de la infancia de Pedro Páramo. La descripción evoca un momento de tranquilidad, cuando ha terminado la tormenta. La atmósfera está dada por algo tan simple como una hoja de laurel. Las gotas, al caer sobre ella, hacen un ruido: Plas. Después la brisa sacude las ramas del granado. La imagen que sigue es de una gran belleza, pues provoca una lluvia que estampa la tierra con gotas brillantes. El último elemento de la descripción pone a jugar al sol y al aire. El primero con el segundo y éste con las hojas.
Esto son unos cuantos ejemplos de la forma en que están dadas las descripciones en Pedro Páramo. La riqueza descriptiva es enorme, en todo caso, y sería imposible citar todos los ejemplos en que destaca la belleza casi pictórica del lenguaje rulfiano.
[1] Luz Aurora Pimentel, El espacio de la ficción. México, Siglo XXl, 2001. pp.
[2] Ibid. p. 27.
[3] Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva. México, Siglo XXl, 1998. p. 41.
[4] “Conjunto de categorías semánticas redundantes que permiten la lectura uniforme de una historia” (A.J. Greimas, Del sentido ll, España, Gredos, p. 188)
[5] Luz Aurora Pimentel, El espacio en la ficción, pp. 89-109.

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