Ningún Stradivarius es comparado en forma, ni en resonancia, a las caderas de ciertas colegialas
Oliverio Girondo, Membretes
Para Abisue Cortés. Lector fiel
La relectura de Oliverio Girondo me ha provocado querer patear todo. “Hay días en que no soy más que una patada. ¿Pasa una motocicleta? ¡Gol!... en la ventana de un quinto piso. ¿Se detiene una calva?... Allá va por el aire hasta ensartarse en algún pararrayos. ¿Un automóvil frena al llegar a una esquina? Instalado de una sola patada en alguna buhardilla.”
¿Quién es este sorprendente y maravilloso poeta? No es una personalidad. Es un Koktail de personalidades. El Oliverio de carne y hueso murió en Buenos Aires. El otro se ha perpetuado en la imaginación de desencantados vitales como el conflictuado protagonista de la película de Eliseo Subiela, El lado oscuro del corazón. Ahí aparece vendiendo sus poemas a los automovilistas, empujando un pene gigante por las principales calles de Buenos Aires o recitando ese famoso poema sobre las mujeres voladoras para después apretar un botón y abrir una trampa en su cama.
En todo caso, son los poemas del Oliverio lo que aquí nos interesa. El conjunto de esta obra es una de las más interesantes empresas poéticas en Latinoamérica. Oliverio fue un cosmopolita y un atento observador de las cosas y sus movimientos. Su primer libro, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, es la bitácora de viaje de un salvaje americano que se deleita recorriendo el mundo y anotando todo lo que sus azoradas pupilas engullen. En este primer libro se alternan poemas sobre Río de Janeiro, Dakar, o Venecia, como en este Croquis sevillano:
“Pasan perros con caderas de bailarín. Chulos con los pantalones lustrados al betún. Jamelgos que el domingo se arrancarán las tripas en la plaza de toros”.
con imágenes de Buenos aires llenas de erotismo, como éste dedicado a Las chicas de flores:
Las chicas de flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda”.
Calcomanías también está impregnado con la mirada que quiere asirlo todo y el cosmopolitismo exacerbado. Así Toledo:
“perros que se pasean de Golilla
Con los ojos pintados por el Greco”.
Con Espantapájaros hay cambio. Se vendió bien (“Un libro debe fabricarse como un reloj y venderse como un salchichón”) pero fue poco comentado. Escribe Rose Corral:
“Al énfasis puesto en la plasmación sensorial de las cosas cede el lugar a la exploración de pulsiones ocultas e incontroladas, al despliegue de lo imaginario, a una suerte de indagación en torno al sujeto o a la identidad, una identidad expansiva que quiebra la oposición convencional entre lo interior y lo exterior, entre el yo y el mundo. El erotismo y la mujer, motivos centrales del surrealismo, cobran igualmente una fuerza inusitada en este volumen”.
Es curiosa la fama que ha adquirido el primer texto. En realidad nadie sabe lo que significa que una mujer sepa volar o que tenga las nalgas a 78 centímetros del suelo. ¿Es nuestro poeta un misógino? Más bien se trata de una obsesión constante de Oliverio. Espantapájaros está permeado por irreverente erotismo que abarca todo, como en el texto siete: “Amor impostergable y amor impuesto. Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo”. O el texto doce, único con forma de poema:
“Se miran, se presienten, se desean
Se acarician, se besan, se desnudan
Se respiran, se acuestan, se olfatean,
Se penetran, se chupan, se demudan…
O el poema 22, donde se clasifica a las mujeres por su sexo:
“Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo prehensil”
Pero nada como la advertencia de la abuela en el texto catorce:
“Las mujeres cuestan demasiado trabajo o no valen la pena. ¡Puebla tu sueño con las que te gusten y serán tuyas mientras descansas!”
“No te limpies los dientes, por lo menos, con los sexos usados. Rehúye, dentro de lo posible las enfermedades venéreas, pero si alguna vez necesitas optar entre un premio a la virtud y la sífilis, no trepides un solo instante ¡El mercurio es mucho menos pesado que la abstinencia!”
Los siguientes poemarios fueron Interlunio, un largo poema en prosa dedicado a su esposa, la poeta Norah Lange, y Persuasión de los días. En éste el tono cambia. Se trata del cansancio y del tedio de Ejecutoria del miasma:
“Este clima de asfixia que impregna los pulmones
De una anhelante angustia de pez recién pescado.
Este hedor adhesivo y errabundo,
Que intoxica la vida
Y nos hunde en viscosas pesadillas de lodo”.
Hay ecos de Lautreamont y de Baudelaire, aunque tenues. Lo que más se nota es que el poeta ha alcanzado madurez en su voz. Un recurso que se usa mucho es la repetición de vocablos y de motivos, como es el caso de Rebelión de vocablos. Pero también en Arena, en donde ésta palabra denota un profundo tedio:
“De arena el horizonte
El destino de arena
De arena los caminos
El cansancio de arena”.
Así llegamos a En la masmédula, su último y más complejo libro. Se han dicho varias cosas. Que se parece a Trilce, de Vallejo, en su manera de llevar las palabras al límite, cortándolas, juntándolas o alterándolas. Me detendré un instante en Noche tótem:
“Son los trasfondos otros de la in extremis médium
Que es la noche al entreabrir los huesos
La mitoformas otras
Aliardidas presencias semimorfas
Sotopausas sosoplos.”
Quizá se pueda relacionar con una idea de Apollinaire: “Un poema o una sinfonía de fonógrafo podría muy bien consistir en ruidos artísticamente escogidos y líricamente mezclados o yuxtapuestos mientras que por mi parte, yo no estoy por la idea de que se pueda constituir un poema imitando un ruido sin ningún sentido lírico, trágico o patético”
Hasta aquí un brevísimo recorrido por la poesía de Girondo. Quedémonos con el Espantapájaros, “La desorientación de mi generación tiene su explicación en la dirección de nuestra educación, cuya idealización de la acción era, -¡sin discusión!- un a mistificación, en contradicción con nuestra propensión a la meditación a la contemplación y a la masturbación”.
Oliverio Girondo, Membretes
Para Abisue Cortés. Lector fiel
La relectura de Oliverio Girondo me ha provocado querer patear todo. “Hay días en que no soy más que una patada. ¿Pasa una motocicleta? ¡Gol!... en la ventana de un quinto piso. ¿Se detiene una calva?... Allá va por el aire hasta ensartarse en algún pararrayos. ¿Un automóvil frena al llegar a una esquina? Instalado de una sola patada en alguna buhardilla.”
¿Quién es este sorprendente y maravilloso poeta? No es una personalidad. Es un Koktail de personalidades. El Oliverio de carne y hueso murió en Buenos Aires. El otro se ha perpetuado en la imaginación de desencantados vitales como el conflictuado protagonista de la película de Eliseo Subiela, El lado oscuro del corazón. Ahí aparece vendiendo sus poemas a los automovilistas, empujando un pene gigante por las principales calles de Buenos Aires o recitando ese famoso poema sobre las mujeres voladoras para después apretar un botón y abrir una trampa en su cama.
En todo caso, son los poemas del Oliverio lo que aquí nos interesa. El conjunto de esta obra es una de las más interesantes empresas poéticas en Latinoamérica. Oliverio fue un cosmopolita y un atento observador de las cosas y sus movimientos. Su primer libro, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, es la bitácora de viaje de un salvaje americano que se deleita recorriendo el mundo y anotando todo lo que sus azoradas pupilas engullen. En este primer libro se alternan poemas sobre Río de Janeiro, Dakar, o Venecia, como en este Croquis sevillano:
“Pasan perros con caderas de bailarín. Chulos con los pantalones lustrados al betún. Jamelgos que el domingo se arrancarán las tripas en la plaza de toros”.
con imágenes de Buenos aires llenas de erotismo, como éste dedicado a Las chicas de flores:
Las chicas de flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda”.
Calcomanías también está impregnado con la mirada que quiere asirlo todo y el cosmopolitismo exacerbado. Así Toledo:
“perros que se pasean de Golilla
Con los ojos pintados por el Greco”.
Con Espantapájaros hay cambio. Se vendió bien (“Un libro debe fabricarse como un reloj y venderse como un salchichón”) pero fue poco comentado. Escribe Rose Corral:
“Al énfasis puesto en la plasmación sensorial de las cosas cede el lugar a la exploración de pulsiones ocultas e incontroladas, al despliegue de lo imaginario, a una suerte de indagación en torno al sujeto o a la identidad, una identidad expansiva que quiebra la oposición convencional entre lo interior y lo exterior, entre el yo y el mundo. El erotismo y la mujer, motivos centrales del surrealismo, cobran igualmente una fuerza inusitada en este volumen”.
Es curiosa la fama que ha adquirido el primer texto. En realidad nadie sabe lo que significa que una mujer sepa volar o que tenga las nalgas a 78 centímetros del suelo. ¿Es nuestro poeta un misógino? Más bien se trata de una obsesión constante de Oliverio. Espantapájaros está permeado por irreverente erotismo que abarca todo, como en el texto siete: “Amor impostergable y amor impuesto. Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo”. O el texto doce, único con forma de poema:
“Se miran, se presienten, se desean
Se acarician, se besan, se desnudan
Se respiran, se acuestan, se olfatean,
Se penetran, se chupan, se demudan…
O el poema 22, donde se clasifica a las mujeres por su sexo:
“Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo prehensil”
Pero nada como la advertencia de la abuela en el texto catorce:
“Las mujeres cuestan demasiado trabajo o no valen la pena. ¡Puebla tu sueño con las que te gusten y serán tuyas mientras descansas!”
“No te limpies los dientes, por lo menos, con los sexos usados. Rehúye, dentro de lo posible las enfermedades venéreas, pero si alguna vez necesitas optar entre un premio a la virtud y la sífilis, no trepides un solo instante ¡El mercurio es mucho menos pesado que la abstinencia!”
Los siguientes poemarios fueron Interlunio, un largo poema en prosa dedicado a su esposa, la poeta Norah Lange, y Persuasión de los días. En éste el tono cambia. Se trata del cansancio y del tedio de Ejecutoria del miasma:
“Este clima de asfixia que impregna los pulmones
De una anhelante angustia de pez recién pescado.
Este hedor adhesivo y errabundo,
Que intoxica la vida
Y nos hunde en viscosas pesadillas de lodo”.
Hay ecos de Lautreamont y de Baudelaire, aunque tenues. Lo que más se nota es que el poeta ha alcanzado madurez en su voz. Un recurso que se usa mucho es la repetición de vocablos y de motivos, como es el caso de Rebelión de vocablos. Pero también en Arena, en donde ésta palabra denota un profundo tedio:
“De arena el horizonte
El destino de arena
De arena los caminos
El cansancio de arena”.
Así llegamos a En la masmédula, su último y más complejo libro. Se han dicho varias cosas. Que se parece a Trilce, de Vallejo, en su manera de llevar las palabras al límite, cortándolas, juntándolas o alterándolas. Me detendré un instante en Noche tótem:
“Son los trasfondos otros de la in extremis médium
Que es la noche al entreabrir los huesos
La mitoformas otras
Aliardidas presencias semimorfas
Sotopausas sosoplos.”
Quizá se pueda relacionar con una idea de Apollinaire: “Un poema o una sinfonía de fonógrafo podría muy bien consistir en ruidos artísticamente escogidos y líricamente mezclados o yuxtapuestos mientras que por mi parte, yo no estoy por la idea de que se pueda constituir un poema imitando un ruido sin ningún sentido lírico, trágico o patético”
Hasta aquí un brevísimo recorrido por la poesía de Girondo. Quedémonos con el Espantapájaros, “La desorientación de mi generación tiene su explicación en la dirección de nuestra educación, cuya idealización de la acción era, -¡sin discusión!- un a mistificación, en contradicción con nuestra propensión a la meditación a la contemplación y a la masturbación”.
1 comentario:
Hola, después de verte -y despedirte- justo aquí en el mismo lugar en que hoy me encuentro -la biblioteca de cierta universidad poblana-... se me ocurrió pasar a saludarte, saber cómo te va en Chiapas y que todo marche bien... Hace unos días fui a Xalapa, yo tmb me quiero titular por la maestría, tú eres sin embargo el buen ejemplo, yo, el de los destiempos, disculpa, creo que así no lo entenderías, bueno, un saludo desde Puebla.
Bela.
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